domingo, 10 de enero de 2010

Neomarxismo


Fue una escuela del siglo XX que se remonta a los primeros escritos de Karl Marx antes de la influencia de Engels

sábado, 9 de enero de 2010

El neomarxismo


Derivó del desmembramiento de la
URSS, de un proceso de destrucción aplicado a uno de los ensayos marxistas
más trascendentales. Su último vestigio en funciones lo representa Cuba y su
curiosa revolución "involutiva".

El estancamiento de la economía cubana es atribuido al sabotaje económico
capitalista emanado de EE UU, y sólo la inquebrantable resistencia
profideliana explica cómo después de 60 años Cuba sigue sin terminar de
echar hacia adelante.

Efectivamente, más allá de una alfabetización general y de unos
indiscutibles méritos sanitarios y antidelictivos, el pueblo cubano lleva 6
décadas sumido en niveles de consumo nada envidiables. Su ejemplo
contradice la idea marxista de la revolución del sistema capitalista para
evolucionar a un estado de bienestar superior y de mayor alcance popular.

La ortodoxia marxista, el Marxismo, nos habla de la destrucción del sistema
capitalista por inercia o violentamente, pero en ambos casos se prevé un
salto cualitativo en cuanto al bienestar social. Así fue como del régimen
esclavista se pasó al feudal o manorial, y cómo de este al capitalista. De
perogrullo carece de sentido alguno renunciar a un sistema para volver a
fases ya superadas en materia de alimentación, de PTB.

Como sabemos, a la caída del muro de Berlín sucedió el definitivo cierre
del sistema soviético. Las economías de los ex miembros de la URRS adoptaron
las prácticas burguesas, y paralelamente, ante el fracaso de ese ensayo
socialista, los izquierdistas del mundo quedaron sin parlamento, sin teoría
y sin apoyo ideológico.

Fue entonces cuando la estrategia de dominación burguesa y derechista cambia
inversamente su ataque a los vestigios marxistas. Recordemos que las
protestas y literatura comunistas fueron perseguidas durante más de 40
años, y desaparecidas los principales líderes políticos anticapitalistas.
De hace unos tres lustros para acá, el Imperio cambia su estrategia
antimarxista. Por ejemplo, ahora la literatura comunista se emite y
divulga libremente, podríamos decir que hasta se prostituye a punta de su
abundancia. Casi todo lo escritores y novelistas empiezan a hablar sin
precaución de las bondades del socialismo postsoviético.

Todo ese movimiento de restauración prosocialista prende a finales del
siglo pasado en una Venezuela asqueada de tanta mentira socialdemocrática
burguesa. Fue así como nació la idea de un supuesto neosocialismo, conocido
como Socialismo Bolivariano o Socialismo del Siglo XXI, ahora suramericano y
caribeño, toda una caricatura mal hecha del verdadero Socialismo ortodoxo y
marxista. A este movimiento en pleno proceso de avance y desarrollo damos
en llamarlo Neomarxismo.

De resultas, nos hallamos frente a dos versiones del marxismo: la antigua y
original salida para el sistema burgués mediante una inercial lucha de
contrarios estructurales como expresión de una lucha de clases donde el
proletariado es gobernando por la ideología burguesa, y la opción violenta
de enfrentamiento permanente contra la paz burguesa en todos sus formas
posibles de lucha armada, guerrillera y para nada conciliatoria, porque
sencillamente el Marxismo es indeformable aunque sí adulterable.

viernes, 8 de enero de 2010

Critica al neomarxismo Y representantes


critica al neomarxismo

El sociólogo estadounidense James Petras es uno de los principales representantes de la corriente del marxismo que se puede definir de los “neomarxistas”. A raíz de su visita en Venezuela, aprovechamos para explicar quien son los “neomarxistas” con el auxilio de un articulo del Grupo de Propaganda Marxista, expresamente escrito para ilustrar la figura de Samir Amin, uno de los principales representante de esta corriente, que pero bien se adapta a la figura de James Petras, otro ilustre representante de esta misma corriente.

Los “neomarxistas” son teóricos que hablan y escriben como representantes de un “nuevo” marxismo y se proclaman precursores de una manera “distinta” de entender el -llamado por ellos- marxismo ortodoxo, dogmático o clásico.
Joan Robinson, Erik Hotsbawn, Galvano Della Volpe, Lucio Coletti, Louis Althusser, Etienne Balibar, Nicos Poulantzas, Michael Foucault, Walter Benjamin, Theodor Adorno, Jürgen Haberlas, Erich Fromm, Leo Lowenthal, Herbert Marcuse, Max Horkheimer, Friedrich Pollock, Paul Baran, Paul Sweezy, Samir Amín han sido entre los mas destacado neomarxistas. Últimamente, con mayor asiduidad periodística, destacan Noam Chomsky, James Petras, Sami Nair y Eduard Said.

Esta corriente de pensamiento surgió a mediados del siglo pasado en centroeuropa, más concretamente en la universidad de Frankfurt, teniendo como figuras más destacadas a Pollock, Horkheimer, Adorno y Marcuse. Esta escuela, al otro lado del charco, estuvo representada fundamentalmente por Paul Baran, profesor en la universidad de Stanford y Paul Sweezi, fundador de la revista Monthly Review. Tanto los europeos como los americanos propugnaron la “Teoría política del atraso”. Teoría que, a grandes rasgos, defiende que los países atrasados de la periferia capitalista no podrán abandonar el vagón de cola del sistema internacional del capitalismo como consecuencia de que en esos estados falta un mercado interno con contenido suficiente como para impulsar, por si mismo, un desarrollo capaz de suprimir ese atraso relativo y, además, porque a esa falta de mercado interior, se le suma la competencia desigual que ejercen los países centro económicos respecto de su periferia, como resultado, fundamentalmente, de una mayor productividad y a que controlan los mecanismos del intercambio internacional. A esta corriente de pensamiento se sumó Samir Amín desde África.
Egipcio de nacimiento, pero graduado en la universidad de París en políticas, estadística y economía. Samir Amín ocupó la dirección del ”Instituto Africano de Desarrollo Económico y Planificación”. En la actualidad, preside el “Foro del Tercer Mundo” asociación de intelectuales de África, Asia y América Latina que se preocupan por encontrar fórmulas de desarrollo para sus respectivos países y, si es posible, conjugándolo con un reparto equitativo de la riqueza.

Samir es un autor prolífico que se ha ocupado de las consecuencias sociales y humanas del desarrollo desigual del capitalismo. Gran parte de lo que este autor ha escrito se apoya en la realidad sangrante que padecen las clases subalternas en la periferia del sistema y, claro está, cuanto más acentuado es el subdesarrollo mayor es la dependencia nacional de los países que lo soportan y peores las condiciones que sufren los explotados allí

En este caldo de cultivo de la penuria relativa, mayor es el atractivo que suscita la denuncia de autores que, como Samir Amín, critican las dramáticas consecuencias que conlleva el estado de atraso relativo al que se ven sometidas las naciones capitalistas más dependientes, la explotación añadida que supone el intercambio desigual que los países de la cadena imperialista ejercen sobre ellas, y los efectos disolventes que sobre numerosas comunidades indígenas de esos mismos países dependientes provoca la introducción de relaciones capitalistas salvajes.

Hasta aquí, en cuanto a la denuncia de las consecuencias del capitalismo en su periferia subdesarrollada, entendemos que no hay nada que objetar en tanto que son más que evidentes. Pero la cosa cambia cuando se trata de explicar sus causas y proponer las consecuentes alternativas de solución política al problema del desarrollo desigual. Aquí es donde los caminos propuestos por el marxismo ortodoxo y el neomarxismo se bifurcan.

Y es que quienes profesamos el Materialismo Histórico como concepción del mundo y método de análisis de la realidad capitalista, entendemos que para superar el desarrollo desigual y las lacerantes consecuencias sociales y humanas del atraso relativo, hay que atenerse a la dialéctica entre las dos clases universales antagónicas de la sociedad moderna, optando en esa contradicción fundamental por los intereses históricos del proletariado mundial, planteando la lucha en estos términos con el objetivo claro de acabar con las relaciones capitalistas en el Mundo.

Los neomarxistas, en cambio, sostienen que para superar el desarrollo desigual en el Mundo hay que supeditar la dialéctica entre las dos clases universales, a la dialéctica entre la burguesía imperialista y las burguesías nacionales de los países dependientes, proponiendo al proletariado de estos últimos que haga frente común con sus respectivos patronos en su lucha particular por la liberación nacional.

A pesar de que Samir Amín no se encuentre entre los que apoyaron, en su momento, explícitamente al nacionalista burgués Abdel Nasser, sin duda abrevó en el pozo que el nasserismo dejó en África y los países árabes a partir de los años 60 del siglo pasado (1), como parte de la llamada “revolución anticolonial” que floreció durante aquél período. Un proyecto antiimperialista pequeñoburgués cimentado al interior de cada país capitalista dependiente, que cristalizó por primera vez tras el VII Congreso stalinista de la IIIª Internacional donde quedó consagrado el Frente Popular como alianza entre las burguesías nacionales y sus respectivas clases obreras para solventar sus conflictos particulares con el capital más desarrollado de las metrópolis imperialistas.

Hoy día Samir debiera saber que la acumulación del capital en los países subdesarrollados, medró hasta convertirse en grande y mediano al amparo de la dramática interrupción del comercio mundial y el consecuente debilitamiento momentáneo de sus vínculos de dependencia con el imperialismo, provocado por la crisis de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial. También debe saber que una vez acabado el período post bélico de reconstrucción y reanudación del proceso de acumulación en Europa y EE.UU. a partir de la primera mitad de la década de los cincuenta, diez años después ese capital cedió finalmente a la irresistible presión del capital imperialista excedentario hasta acabar fusionándose con él, de modo que seguir hablando en esos países de capital nacional, ha pasado a ser el tópico teórico que alienta la actual farsa política —en muchos casos sangrienta— en que se ha convertido la consigna de la “liberación nacional”.

Samir Amín debe saber, pues —y lo sabe—, que los proyectos “populistas” de desarrollo autosostenido del capital nacional periférico carecen de sentido. Pero prefiere abstraerse de esa verdad porque se siente pueblo, esa categoría social a medio camino entre la gran burguesía y el proletariado. Necesita sentirse políticamente ubicado en el justo medio de esa contradicción definida por el vocablo “pueblo”, posición equidistante e “imparcial” a la que se consagra con tanta fuerza como rechaza sus extremos; y es que ambos le horrorizan por igual en tanto que cualquiera de ellos supone su práctica desaparición social:

<>. (K. Marx: “Carta a Annenkov” 28/12/1846. Lo entre paréntesis nuestro)
Y la mejor forma que ha encontrado la pequeñoburguesía desde los tiempos de Proudhon de impedir que la contradicción entre burguesía y proletariado se resuelva para poder seguir divinizándola como a la gallina de los huevos de oro, es conseguir que el proletariado se distraiga rindiendo culto a la contradicción entre la grande y la pequeñoburguesía tomando partido por esta última: el Frente Popular. Y como el señor Samir Amín ha querido pasar a la historia, por su originalidad en la industria del entretenimiento político, nos ha propuesto otra alternativa distinta a la tradicional inventada por la ya fenecida IIIª Internacional, aunque de novedosa no tiene nada, porque eso ya lo propuso Simón Bolívar en su tiempo
Se trata de una alternativa igualmente irrealizable como es la creación de espacios económicos internacionales entre países relativamente atrasados que, en conjunto, puedan conformar mercados más amplios a fin de renegociar la dependencia desde posiciones más favorables con las potencias dominantes que, hasta la fecha, tienen el monopolio de los flujos financieros, el control de la tecnología, las comunicaciones y el acceso privilegiado a los recursos naturales. Su proposición propugna el “idílico” objetivo de salirse de los circuitos capitalistas imperantes —a esto le da el nombre de “desconexión”— y en eso consiste su proposición teoría como fundamento de su fórmula política para presuntamente oponerse a los desastres del capitalismo.

Decimos “idílico” porque mientras no se instaure en estos países un sistema socialista capaz de superar las leyes que rigen en el capitalismo, por mucho que sus residuales burguesías nacionales se alíen entre sí, es del todo imposible romper los vínculos con un capital que opera ya a escala planetaria y porque, además, aun en el hipotético caso de que se formasen bloques de países “desconectados”, tan sólo sería cuestión de tiempo que en estos bloques se volviera a reproducir las mismas condiciones de las que pretendían escapar, porque mientras se mantengan las relaciones de producción capitalista en ellos es imposible evitar que el capital vaya creciendo en la misma medida que se va acumulando y, por tanto, se vaya acrecentando la diferenciación entre poseedores y desposeídos. Es más, nadie podría impedir que dentro de esos bloques económicos cerrados el país con un capital nacional relativamente más desarrollado ejerza un nuevo dominio imperialista sobre sus contrapartes dependientes, o sea, que la proposición consistiría en volver atrás las ruedas de la historia para repetirla como si de una “moviola” se tratara. El propio Samir Amín reconoce en primer lugar que el capital opera ya a escala planetaria y que además, por mucho que se quiera evitar el fenómeno de la polarización, éste forma parte de la misma naturaleza del capital:

<> (Samir Amín: “Geopolítica del imperialismo contemporáneo” el subrayado nuestro )
Samir proclama que desea eliminar la contradicción dialéctica al interior del sistema entre el capital imperialista que por un lado, necesita de la libre circulación de capitales y, por el otro, la resistencia que ofrece el teórico bloque de poder internacional formado por la alianza entre las distintas burguesías nacionales y sus respectivos asalariados.
El ejemplo más claro de esa contradicción dialéctica sería la que se esta dando “ahorita” entre EE..UU y el pretendido bloque llamado ALBA. Pero la cuestión es que esa contradicción está constituida por dos fuerzas antagónicas aunque históricamente conciliables en tanto que comparten la misma esencia social burguesa. Por tanto, el polo dialéctico presuntamente progresivo de esa lucha no puede trascender políticamente al propio sistema económico-social capitalista, causa en sí y por sí irremediable de los males que padece la humanidad.

Como hemos dicho ya, Samir Amín está considerado por sus numerosos acólitos entre los grandes analistas críticos del intercambio capitalista desigual. Al respecto hay que señalar aquí que, entre 1975 y 1986, la idea de la combinación entre desarrollo y subdesarrollo en el Mundo como algo funcional y consustancial a la realidad internacional del capitalismo, fue recurrente en las obras de Amín, donde llegó a considerarla indispensable para la propia existencia del gran capital imperialista —idea que compartió con colegas neomarxistas como Palloix y Laclau—, negando todavía en 1986, incluso que en los países dependientes pudiera cristalizar ”una burguesía nacional de empresarios”.

Amín sigue conservando su prestigio de analista serio y progresista a despecho de que la realidad muestre otra cosa. Porque es un hecho evidente que las manifestaciones económicas y políticas del desarrollo internacional desigual se han ido modificando hasta suavizarse con tendencia a desaparecer. No precisamente por influjo del desarrollo autosostenido del capital nacional periférico, sino por determinación de la ley del valor a instancias del gran capital excedentario procedente de los países imperialistas.

De hecho, en los últimos cuarenta años los países dependientes han venido creciendo tan o más que los países del centro capitalista imperial. En efecto:

<> (R. Astarita y O. Colombo: “Revalorizando la dependencia a la luz de la crítica a la tesis del estancamiento crónico”).
Y ese crecimiento en los países de desarrollo medio, como México, Argentina, Brasil o Chile, ha venido acompañado por la fusión entre el capital nacional dependiente de esos países con las grandes empresas multinacionales localizadas allí.
Sin embargo, Amín ha seguido escondiendo su cabeza bajo el ala del desarrollo desigual estructural para despreciar la contradicción entre las dos clases fundamentales irreconciliables dentro del sistema capitalista: la clase obrera y la burguesía. Samir obvia esa contradicción para destacar que, para él, la contradicción principal está dada por las relaciones entre los países centroeconómicos y la periferia capitalista, es decir, una contradicción de carácter interburgués sin visos de solución en sí misma trascendente del sistema. Por tanto, lo que nos cuenta Samir en sus libros son eso: cuentos. Porque ni están en la realidad del capitalismo ni consecuentemente contribuyen a su necesario conocimiento dado que restringe o limita ese conocimiento de la realidad a la dialéctica entre capitales nacionales de diverso grado de acumulación, lo cual deforma monstruosamente el conocimiento del capitalismo en su totalidad.

Este señor disecciona, separa o aparta convenientemente la dificultad que, para los intereses que él representa, supone considerar al capitalismo en su conjunto como dialéctica objetiva entre el capital y el trabajo, circunscribiéndolo a las relaciones entre capitalistas. Practica, por tanto, un cretinismo intelectual de la peor especie. Porque no se trata de “desconectarse” del Imperialismo dando a entender que así sería cuestión de tiempo esperar ilusoriamente que se cayera como una pera madura, sino de combatir al capitalismo a escala internacional.

Porque aun aceptando que esa proposición estratégica de Amín se cumpliera y el capital imperialista desapareciera como un tumor maligno sometido a quimioterapia, lo cierto es que, en tanto y cuanto la propiedad privada sobre los medios de producción y su necesario correlato: la competencia, se mantienen intangibles, ahí sí que sería realmente sólo cuestión de tiempo esperar que los monopolios imperialistas se reprodujeran espontáneamente, tal como Engels lo anunciara por primera vez en 1843 al publicar su "Esbozo de una crítica de la economía política” publicado por primera vez en los “Anales Franco Alemanes”, trabajo que Marx califico de “genial” (Ver: Feüerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”):

<>. (F. Engels: Op. cit.).
El corolario de todo esto, es que en la sociedad capitalista la tendencia al monopolio es imposible de erradicar mientras no se erradique el monopolio por excelencia: la propiedad privada sobre los medios de producción. Y el problema que tienen individuos como Samir Amín, radica en que ellos no pueden aceptar semejante cosa, porque llevan el monopolio de la propiedad privada, en este caso el de la propiedad intelectual, metido en la sangre.
Marx llama “conocimiento concreto” de una sociedad dada al “concreto pensado” sobre su totalidad como objeto de ese conocimiento, en nuestro caso la economía política del capitalismo; es decir, al conocimiento de los fenómenos o forma de manifestación de este objeto por su esencia según su concepto, entendido el objeto como totalidad o unidad dialéctica de contrarios u opuestos. La ciencia de la economía política parte, pues, de la relación dialéctica primordial entre capital y trabajo. Solo así cada fenómeno del objeto —en nuestro caso el intercambio internacional desigual— puede llegar a tener significación y sentido científicos, de tal modo que “las consecuencias” del capitalismo en su periferia —de las que habla Samir—, sólo pueden conocerse o explicarse si se los pone en relación con su esencia, y a esa esencia con la causa formal, concepto o principio activo del capitalismo como totalidad (de fenómenos y esencias), es decir, puesto en relación con la transformación del trabajo necesario en excedente para los fines de la acumulación.

¿En qué reside o consiste la esencia de las raíces en cualquier vegetal? En extraer los nutrientes de la tierra para convertirlos en savia. ¿Cuál es su concepto o principio activo? La fotosíntesis. ¿En qué reside la esencia del intercambio desigual de plusvalor? En la distinta composición orgánica de los capitales. ¿Cuál es el concepto de esa esencia como totalidad orgánica que hace al comportamiento de la burguesía en su conjunto? Apoderarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirla en excedente a los fines de la acumulación.

Samir Amín no pone su intelecto en conexión con nada de esto. Simplemente se limita a deambular entre las formas de manifestación del capitalismo internacional —en nuestro caso el intercambio desigual— para relevar de ahí lo que conviene a su condición de intelectual pequeñoburgués. A esto se le llama pragmatismo, nada que ver con la verdad científica. La pequeñoburguesía intelectual piensa y refleja en su discurso lo que parece ser, como en un espejo, escamoteando no sólo el ser esencial que subyace a ese parecer, sino también su concepto o razón de ser.

La dialéctica entre capitales, esto es, la competencia, es una forma de manifestación o causa eficiente de la lógica del capital social global que se verifica en la esfera de la circulación o intercambio entre mercancías y dinero. ¿Cual es la esencia de esa dialéctica entre capitales?, el reparto del plusvalor global producido entre capitalistas que operan con diversa masa de valor en funciones y distinta composición orgánica de sus capitales. ¿Cuál su concepto?, la producción de plusvalor para los fines de la reproducción ampliada, que es, precisamente, la causa formal o concepto del capitalismo, determinada por la relación de producción entre capitalistas y asalariados.

¿Qué clase de conocimiento es el que nos brinda éste señor, que aisla, o independiza convenientemente el intercambio desigual desconectándolo de su causa formal o concepto? ¿No es su idea de la “desconexión” una determinación abstracta en tanto que no está mediada o conectada —a través del pensamiento— con la esencia de cada fenómeno y el concepto de la totalidad orgánica llamada capitalismo, esto es, con la ley del valor? Entonces, ¿con qué fundamento podemos decir que el señor Amín “ha contribuido a la lucha internacional”, en su calidad de intelectual o teórico supuestamente anticapitalista?.

Samir Amín postula que las nefastas consecuencias que padecen los explotados del llamado “tercer mundo” no se derivan del capitalismo, sino de su parte más desarrollada. Como si éste fuera “el lado malo” de la competencia —al decir de Proudhon. Éste, el de la gran burguesía de los países imperialistas, es uno de los dos polos de la relación dialéctica en la esfera de la circulación internacional de los capitales, cuyo otro polo es el capital nacional dependiente, es decir, según Amín, “el lado bueno” de la competencia interburguesa, ¿no es eso? Pues, ¡NO! El capitalismo es el capitalismo del mismo modo que una manzana es una manzana. No está compuesto de dos totalidades distintas sino de una totalidad conceptual de dos partes fundamentales antagónicas históricamente irreconciliables, una de la cuales es el proletariado internacional y la otra el capital, donde este último se presenta o aparece, a su vez, como una unidad dialéctica entre dos opuestos de idéntica naturaleza social: los capitales oligopólicos de los países centros económicos y los capitales dependientes de su periferia.

Esta dialéctica interburguesa se basa en el desarrollo desigual y espasmódico de la economía capitalista, tanto al interior de cada país como a escala internacional, determinado por la desigual masa de valor y composición orgánica de los capitales en función, que interactúan entre ellos, cada cual tratando de rapiñar para sí la mayor parte posible del plusvalor producido por los asalariados. Una realidad que no puede descomponerse maniqueamente en una parte buena y otra mala, como si la parte buena fuera el “Pepito grillo” u “otro yo” del capitalismo, cuando, en realidad, ambas partes de la relación interburguesa son de idéntica naturaleza social explotadora de trabajo ajeno, donde las consecuencias de una sobre la otra no pueden evitarse —como decíamos más arriba—, sin acabar con la relación dialéctica primordial fundamental, expropiando a los grandes y medianos explotadores e introduciendo al mismo tiempo el control obrero sobre los pequeños, como paso previo a su socialización.

Atribuir al centro capitalista las consecuencias que se verifican en su periferia, es lo mismo que atribuir al polo eléctrico negativo lo que pasa cuando alguien se electrocuta. ¿Cómo explica Samir Amín el polo de absoluta penuria “underground” que habita en el subsuelo de metrópolis como New York o Londres? ¿Qué contribución es la de este hombre a “la lucha internacional” por mediación del necesario conocimiento del capitalismo, si las leyes del sistema no se tienen en cuenta o se las mutila para manipular y tergiversar su realidad de forma tan grosera, y se atribuye el fenómeno del intercambio desigual a la burguesía imperialista, como si ese fenómeno no fuera producto de la identidad dialéctica de contrarios naturalmente complementarios entre capitales de diverso valor y distinta composición orgánica, dedicados todos ellos a explotar trabajo ajeno?.

¿De dónde salen a la luz del pensamiento científico las leyes del capitalismo, sino como resultado de poner como objeto de estudio la unidad dialéctica fundamental entre el capital y el trabajo enajenado? ¿Y en que parte de los análisis que hacen teóricos como Amín, aparece considerada esta unidad fundamental o maestra, entre contrarios no complementarios o históricamente irreconciliables, primordial a la hora de explicar fenómenos o formas de manifestación derivadas o subrogadas de esa dialéctica fundamental, como es el intercambio internacional desigual entre capitales nacionales de distinta magnitud de valor en funciones y consecuente desigual composición orgánica?.

En su trabajo de 1988, Samir Amín propone a las burguesías nacionales dependientes “desconectarse” políticamente de la lógica realmente subrogada o de segundo orden que él considera de primer orden, como es la lógica de su dependencia respecto de los países imperialistas. Para ello plantea un proyecto de acumulación políticamente “autocentrado”, es decir, un proyecto de autodesarrollo sostenido del capital nacional periférico políticamente asistido, algo así como un capitalismo en permanente “unidad de vigilancia intensiva”. Nada nuevo bajo el Sol. Se trata, en esencia, de violentar la Ley del valor condicionando políticamente a uno de los dos polos de la dialéctica interburguesa, el polo del capital imperialista que, en relación de identidad con el otro polo —el económicamente dependiente— tiende naturalmente a la nivelación internacional de las distintas tasas de ganancia. Se trata, pues, para los discípulos de Proudhon, de romper políticamente con esa mecánica del capital social global, con esa tendencia objetiva del capitalismo a la desigualdad en los intercambios —su “lado malo”—, para conseguir que del capitalismo explotador quede sólo su “lado bueno”, la igualdad o equivalencia en los intercambios internacionales según sus valores, o lo más cerca posible de esa equivalencia. Marx en su crítica a Proudhon dice:

<En adelante, el lado bueno de cada relación económica es el que afirma la igualdad, y el lado malo el que la niega y afirma la desigualdad. En resumen, la igualdad es la intención primitiva, la tendencia mística, el fin providencial que el genio social no pierde nunca de vista, girando en el círculo de las contradicciones económicas. Por eso la Providencia (Política, ni más ni menos que como el señor Samir Amín) es la locomotora que hace marchar todo el bagaje económico del señor Proudhon mucho mejor que su razón pura y etérea. Nuestro autor ha consagrado a la Providencia todo un capítulo que sigue al de los impuestos.
Sabido es que en Escocia aumentó el valor de la tierra gracias al desarrollo de la industria inglesa. Esta industria abrió a la lana nuevos mercados de venta. Para producir la lana en vasta escala, era preciso transformar los campos de labor en pastizales. Para efectuar esta transformación, era preciso concentrar la propiedad (territorial). Para concentrar la propiedad, era preciso acabar con las pequeñas haciendas de los arrendatarios, expulsar a miles de ellos de su país natal y colocar en su lugar a unos cuantos pastores encargados de cuidar millones de ovejas. Así, pues, la propiedad territorial condujo en Escocia, mediante transformaciones sucesivas, a que los seres humanos se vieran reemplazados por las ovejas. Decid ahora que el fin providencial de la institución de la propiedad territorial en Escocia, era hacer que los seres humanos fuesen reemplazados por las ovejas y tendréis la historia providencial.>> (K. Marx “Miseria de la filosofía” Cap. II. § 1 El método. Séptima observación. Lo entre paréntesis nuestro).
¿Cuál es en el contexto de este pasaje de la obra citada de Marx el lado malo? Evidentemente, el desarrollo capitalista de la industria inglesa que tuvo como consecuencia el desarraigo y la miseria más absoluta, la desgracia terrible de cientos de miles de seres humanos que hasta ese fatídico momento habían vivido providencialmente de esa manera tan bucólica y en apariencia idílica o ideal a los ojos del cretinismo pequeñoburgués. Si la historia hubiera procedido según la providencia de todos los Proudhon y Samir Amín del Mundo, los campesinos seguirían todavía instalados en la economía patriarcal y la humanidad no hubiera podido salir de aquél agujero negro de atraso material, indigencia, superstición y completa ignorancia sobre la verdadera naturaleza de la sociedad en que hemos venido viviendo los seres humanos y sobre nuestras propias condiciones históricas de vida y nuestras perspectivas de futuro como seres racionales antes de que irrumpiera el capitalismo. Fueron las leyes naturales del capitalismo las que permitieron por primera vez a la humanidad, conocer las verdaderas condiciones de vida de la sociedad, convirtiendo la historia en ciencia.
La filosofía política de todos los Samir Amín comprendidos en el movimiento intelectual “neomarxista”, pugnan por reproducir entre la vanguardia natural de los explotados el mismo espíritu de Proudhon. Semejante proposición consiste en independizar a la política de la economía política, esto es, al Estado protector burgués, de la Ley del valor. Aportan así la prueba más elocuente de que estos cretinos del pensamiento no han entendido nada acerca del la idea de totalidad conceptual de un objeto de estudio y de la Ley General de la Acumulación Capitalista, ni de las causas objetivas que determinan la tendencia —irresistible bajo el capitalismo— a la formación de una tasa internacional de ganancia media sobre la base del desarrollo desigual, a instancias del intercambio desigual, tanto a escala nacional como a escala internacional. Y demuestran no haber entendido nada de esto porque no son capaces de ponerse con el pensamiento y la acción por encima de su propia condición burguesa de existencia.

Y es que, aunque no lo parezca, ni la distribución del producto de valor (suma de salarios más plusvalor) se determina o rige por la lucha entre capitalistas y obreros, ni la distribución del plusvalor a escala internacional está determinada por la competencia entre los distintos capitales en la esfera de la circulación. La competencia no determina la distribución nacional e internacional del producto de valor entre capitalistas y asalariados, ni del plusvalor entre países de distinto desarrollo económico, aunque sí permite realizar o concretar esa distribución.

La competencia es el vehículo pero no el vector del proceso de distribución. No es ni su fuerza motriz ni su conductor. Esa distribución se determina en el momento de la producción según la distinta magnitud y composición de valor con que cada fracción de la burguesía o capitalistas particulares asociados participan en el común negocio de explotar trabajo ajeno, tanto a escala nacional como a escala internacional. Esta distribución no la pueden conocer a priori los agentes de la producción porque cada empresa capitalista procede con independencia de las demás. Es en el mercado, en la esfera de la circulación de las mercancías, donde esos distintos productores dejan de ser independientes al relacionarse entre sí dando pábulo al fenómeno de la competencia.

Son pues, las condiciones de la circulación o competencia intercapitalista las que fijan post festum una distribución del plusvalor que las condiciones de la producción determinan antes de que la puja intercapitalista por vender cada cual sus respectivas mercancías en las mejores condiciones, ponga finalmente a cada cual en el sitio de la distribución según la magnitud de capital con que han contribuido a la explotación de trabajo ajeno, algo que sólo la ciencia económica —descubriendo la Ley del valor— pudo ver con certeza:

<> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. LI. Lo entre corchetes nuestro)

Lo que intelectuales como Samir Amín escamotean en sus análisis, es:

Que todo lo que se ha venido produciendo en cualquier tipo de sociedad, es un producto social.
Que bajo el capitalismo no se trata de producir riqueza sino valor; y no sólo valor sino, ante todo, plusvalor. Tal es la especificidad que distingue a la sociedad burguesa de sus históricas formas sociales precedentes.
Que la distribución de ese plusvalor no está determinado por las condiciones de la circulación, sino por las condiciones de su producción, esto es, por la magnitud y las distintas composiciones de valor de los respectivos capitales que compiten, tanto a escala nacional como a escala internacional.
Por tanto, la pretendida “desconexión” política contra natura de las relaciones económicas internacionales entre el Centro y la Periferia capitalista, que pretende acabar con el drenaje de plusvalor desde el capital nacional de los países capitalistas dependientes hacia los capitales nacionales oligopólicos de los países imperialistas, es lógica y prácticamente incompatible con la dinámica del sistema capitalista en su conjunto, entendido como identidad dialéctica orgánica o cofradía de explotadores en la que interactúan los diversos capitales en tanto que contrarios de la misma o idéntica naturaleza social.

Y es incompatible, sencillamente porque esa “desconexión” en aras de un pretendido “desarrollo autocentrado” o autodesarrollo sostenido del capital periférico políticamente asistido, tornaría imposible la acumulación del capital como un continuo, tanto en uno como en el otro polo de esa relación dialéctica políticamente truncada contra natura. En el polo de los capitales nacionales de los países dependientes, porque se verían privados del aporte de capital fijo excedentario proveniente de los países imperialistas en condiciones de sobresaturación, vital para el impulso del propio proceso de acumulación nacional en los países capitalistas dependientes; en el polo de los capitales oligopólicos de los países Centros económicos o imperialistas, porque al verse privados de esa fuente de plusvalor adicional proveniente de los países subdesarrollados, el descenso tendencial de sus tasas nacionales de ganancia se aceleraría hasta el punto de resultarles indiferente invertir en procesos de producción cuyo rédito sería igual o inferior al capital invertido. Y esto supondría el derrumbe del capitalismo en su conjunto. Pero para evitar esta posibilidad está el recurso de la burguesía de última instancia que son los ejércitos.

A la luz de este concreto pensado, es evidente que semejante proposición política de “desarrollo autocentrado” del capital nacional dependiente, no puede resultar subjetivamente interesante para ninguno de los dos polos de la dialéctica internacional capitalista, ni objetivamente viable para la continuidad del sistema como negocio de explotar trabajo ajeno. Una vez más, pues, como ha venido sucediendo con las determinaciones teóricas abstractas de los intelectuales pequeñoburgueses —que quieren el capitalismo pero no sus necesarias consecuencias— la proposición de Samir Amín sólo tiene valor político propagandístico para las burguesías dependientes de cara a su clientela política, a fin de mantener a las masas explotadas cautivas de sus intereses, como masa de maniobra o instrumento propicio para intentar renegociar políticamente con el imperialismo las condiciones más favorables en el reparto del plusvalor —creado por sus asalariados— sólo posibles en circunstancias muy excepcionales objetivamente determinadas.

En tal sentido, no se descarta que los movimientos de la izquierda burguesa seguidores de esta intelectualidad reformista, como ha venido sucediendo durante estos últimos setenta años, puedan reunir una vez más las fuerzas sociales y políticas necesarias, para intentar poner en la escena política internacional nuevas aventuras a despecho de los reiterados fracasos al costo de inútiles sangrías humanas de magnitud, como las acaecidas desde fines de la década de los sesenta hasta la debacle de la burocracia soviética falsamente socialista en 1991. y ni que decir tiene que el populismo chavista va por ahí preparando otro equilibrio bélico de proporciones humanas catastróficas.

Lo que estos teóricos “neomarxistas” omiten reconocer es que semejantes intentos sólo fueron momentáneamente viables en épocas de recuperación y alza en las tasas de ganancia del sistema, o bien durante las interrupciones del tráfico internacional provocadas por enfrentamientos bélicos de magnitud o grandes crisis económicas sistémicas. Y el caso es que según progresan las fuerzas productivas y avanza el proceso de acumulación del capital mundial, los períodos de recuperación y auge son cada vez más cortos y relativamente más exiguos en réditos respecto de la masa del capital empleado.

De este modo, si se deja intacto el monopolio de la propiedad privada sobre los medios de producción en ambos polos de la relación dialéctica del intercambio internacional, cualquiera de las formas políticas frentepopulistas que las burguesías de la periferia capitalista —ligadas al mercado interno— se inventen para renegociar el flujo de plusvalor creado en sus países hacia los centros oligopólicos, la dictadura de la Ley del valor determinará cada vez más férreamente que dichas formas políticas de reparto sean cada vez más efímeras y difíciles de implementar. En efecto, dado que por su identidad de naturaleza capitalista las burguesías dependientes no se plantean romper en ningún momento con la lógica sistémica del capitalismo, la pretendida “desconexión” no haría más que trastornar gravemente la economía capitalista en su conjunto tal como acabamos de explicar. Esto la Ley del valor no lo tolera, por eso es que cuando esa Ley pide paso a instancias de su recurso de última instancia: el bélico de sus instituciones armadas, la pequeñoburguesía siempre sabe dar un paso al costado aunque eso le suponga apretarse el cinturón. Y cada vez que, en tales circunstancias el proletariado llama traidores a sus dirigentes del “Frente Popular”, los revolucionarios contestamos: “traidores a vuestras ilusiones”.

En semejante contexto, y en tanto se mantiene intacta la propiedad privada burguesa por voluntad política irrenunciable de ambas partes en litigio, la propia ley del valor provoca graves desajustes económicos, enfrentamientos más o menos cruentos y desgracias humanas de una magnitud tal que, en el mejor de los casos para la burguesía, acabaría desmoralizando a su base social asalariada de apoyo, hasta el punto de que si finalmente las fuerzas políticas aliadas de los oligopolios al interior de esos países no pudieran restablecer la necesaria interconexión por medios “democráticos”, son directamente los poderes fácticos —económicos y militares, internos y externos— quienes dan la puntilla por medios bélicos a semejantes despropósitos burgueses, tal como ha ocurrido más de una vez en la historia reciente. ¿Es necesario recordar lo que ha venido sucediendo en Indonesia, Filipinas, Argelia, Egipto, Sudán, República Dominicana, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Bolivia, Perú, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina, El Congo, Mozambique, Angola, etc., etc., etc.?.

Y el caso es que en cualquier situación, de no mediar la toma del poder por el proletariado, tanto el capital que representa a las burguesías nacionales de los países subdesarrollados como el de la burguesía imperialista terminan por encontrar un arreglo a sus diferencias, quedando la clase obrera y demás clases subalternas a merced de las puras leyes del mercado.

El capital nacional de los países dependientes en su enfrentamiento con el gran capital trasnacional, de últimas, nunca se jugará su propia existencia frente a la alternativa que tarde o temprano le planteara su propio proletariado y, lo que habitualmente sucede es que se fusiona con el capital oligopólico, en el sentido de que se suma a él; por tanto, como tal capital no desaparece, lo cual demuestra que el capital nacional dependiente y el capital oligopólico son dos partes de una idéntica naturaleza que, en el acto de la fusión se diluyen la una en la otra como capital ampliado. Lo que desaparece es la “firma”, denominación o marca nacional de los productos en los que ese capital dependiente se encarna. Y a veces —cuando la firma o marca comercial está muy introducida en el mercado nacional dependiente— se la conserva, de modo que durante bastante tiempo buena parte de los consumidores nacionales ignoran que siguen comprando productos de un capital que ya ha dejado de ser “nacional”.

Además, la burguesía que representa al capital más pequeño sabe que la acumulación capitalista discurre sobre la base de una pluralidad de empresas con diversas masas de valor en funciones, que operan con composiciones orgánicas del capital distintas, dando pábulo a diversas tasas de ganancia empresariales, base impulsora de la competencia intercapitalista que tiende a la formación de tasas promedio de ganancia nacionales y a la formación de una tasa internacional de ganancia media. De lo contrario, desaparecería para el capital global el acicate de la producción y de la acumulación de plusvalor:

<> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV – III. Lo entre paréntesis nuestro).

Teorías como las de Samir Amín, —que le condujo a proponer la “desconexión” política en aras del “desarrollo autocentrado” en los países dependientes—, se ha querido ver justificado en la evidencia empírica del subdesarrollo histórico crónico en la periferia capitalista, vigente hasta la segunda posguerra mundial. Sin embargo, la tendencia objetiva a que esta evidencia empírica se trocara en su contraria, fue prevista por Marx ya en el último tercio del siglo XIX. Posteriormente, Lenin y Trotsky pudieron observar el nuevo fenómeno de la industrialización con tecnología punta en los países dependientes, inducido por la Ley General de la Acumulación Capitalista en la Rusia Imperial desde los tiempos de Pedro “El Grande”. Y en la década de los años treinta del pasado siglo, fue Henryk Grosssman —en polémica con Bauer— quien verificó teórica y empíricamente esta misma tendencia histórica del capitalismo prevista por Marx:

<> (Grossmann: "La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista" Cap. XIV BIII, lo entre paréntesis nuestro)

Hoy día no hay que ser un teórico de nota para comprobar que el desarrollo espectacular de los países llamados emergentes en el sudeste asiático —sin duda por influjo del capital imperialista excedentario en sus respectivos países— no ha necesitado de proposiciones políticas experimentales de los teóricos de la dependencia y del estancamiento crónico en la periferia del capitalismo o tesis del “desarrollo bloqueado” por el imperialismo en estas partes del mundo, sino que, al contrario, este desarrollo ha sido inducido por la sobresaturación de capital en los países centros económicos que les obligó a exportar ese excedente de forma cada vez más masiva hacia la periferia. El mismo proceso de industrialización en países de desarrollo medio como Brasil, Argentina, Chile o México, que en un principio evolucionó al “amparo” de la interrupción en los intercambios internacionales —a raíz de las dos guerras mundiales y de la crisis de entreguerras— tras el agotamiento de la fase expansiva que siguió a la segunda post-guerra reconoce el aporte cada vez más significativo del capital imperialista. Para mayor información sobre este asunto, consultar: Causas y consecuencias del movimiento internacional de los capitales

Por otro lado, sobre la cuestión de la unión de los Estados europeos Samir manifiesta que la construcción de la UE sólo es posible si se desconecta o se independiza de la férula de Washington y la OTAN, y, para que eso sea posible, habría que forjar un bloque de poder constituido por la burguesía europea con su proletariado. Asistimos otra vez a la antigua receta de reeditar un frente policlasista que, en realidad, el propio desarrollo del capitalismo ha dejado sin sentido al haber superado ya la etapa de enfrentamiento con el feudalismo en el poder. Por descontado que para Samir frente a los problemas que se derivan de la actual disolución de los Estados nacionales en la UE, la alternativa de unos EE.UU. obreros de Europa o como se les quiera llamar, no tiene ni siquiera tiene visos de ser tenida en cuenta, ya que para él:

<< Solamente si las luchas sociales y políticas lograran modificar el contenido de estos bloques e imponer nuevos compromisos históricos entre el capital y el trabajo, será que Europa pondrá alguna distancia frente a Washington, permitiendo, en consecuencia, el renacer de un eventual proyecto europeo. En estas condiciones Europa podría —debería incluso— comprometerse igualmente en el plano internacional, en sus relaciones con el Este y con el Sur, en otro camino diferente al trazado por las exigencias exclusivas del imperialismo colectivo, amortiguando, de esta manera, su participación en la larga marcha “más allá del capitalismo”. Dicho de otra manera, Europa será de izquierda (el término izquierda es tomado aquí muy en serio) o no será Europa.>> (Samir Amín: "Geopolítica del imperialismo contemporáneo". El subrayado es nuestro).

Samir se declara comunista y partidario del marxismo, sin embargo, sus proposiciones no contemplan la lucha por el poder de la clase obrera como alternativa revolucionaria independiente que ponga fin de manera efectiva al sistema de dominio y explotación burgués que somete, por un lado, a los países con un relativo atraso económico y, por otro lado, a los asalariados y demás clases subalternas, ya sean de esos países dependientes o de las propias metrópolis.
La ausencia del proletariado como clase revolucionaria fundamental es algo común en las propuestas de Samir y del resto de los neomarxistas. Tras la derrota ideológica que en 1924 supuso para el proletariado la imposición de los postulados stalinistas —tanto al interior como al exterior de la URSS— y que trajo como consecuencia el abandono de la alternativa revolucionaria frente a la segunda guerra interimperialista, sumado al repunte económico capitalista una vez terminada la guerra, una generación de nuevos marxistas, los llamados “neomarxistas” —surgidos de las universidades del sistema— cambiaron la figura del sujeto revolucionario: el proletariado, por una categoría que nada o muy poco tiene que ver con la división social en clases: los conocidos como movimientos sociales.

Este desplazamiento del sujeto “transformador” no es algo casual, sino que le viene de perlas a gran parte del movimiento político antiglobalización para autoconvencerse y convencer a la sociedad y a los “ciudadanos” de que son la alternativa a este sistema capitalista. Sin embargo, estos movimientos sólo pueden ofrecer soluciones parciales dentro del propio sistema a los problemas que tiene planteados la humanidad bajo el capitalismo. Estos grupos protestan contra los efectos de las leyes inherentes al capitalismo sin luchar efectivamente contra sus causas: el sistema en sí, ya adquiera éste una forma política neoliberal o socialdemócrata. Lo que, en definitiva, desean es un capitalismo moderado por regulaciones estatales que permita a los movimientos sociales determinada participación en la implementación de esas reglas, bien sea en las instituciones burguesas o fuera de ellas. Para abundar más sobre esta cuestión ver: Los revolucionarios ante el movimiento antiglobalización

A partir de mediados del siglo pasado se entró en una fase de alza prolongada en la tasa de ganancia del capital que unida a una política económica expansionista de tipo keynesiano, permitió la construcción del llamado “Estado del bienestar”, la cual facilitó que el capital de los países desarrollados pudieran integrar consensualmente a su clase obrera en el sistema.

Por otro lado, durante el sexto congreso de la Internacional stalinista en 1.928, se aprobó una desviación contrarrevolucionaria al clasificar como semicolonias a países que hasta entonces Lenin y los bolcheviques habían catalogado como lo que en realidad eran: países políticamente soberanos económicamente dependientes. Semejante tergiversación de la realidad de estos países no fue en modo alguno involuntaria sino deliberada ya que semejante idea hizo prevalecer la falsa idea de un supuesto "desarrollo económico bloqueado" por causa de un no menos presunto dominio político colonial imperialista en esos países. En este congreso se sentaron las bases ideológicas para la justificación e implementación en esos países del frente político entre las burguesías nacionales y el proletariado, para la “lucha por la liberación nacional”, dejando la lucha por la emancipación social del proletariado para una etapa posterior, una vez conquistada la soberanía nacional que permitiera el desarrollo autosostenido del capital nacional y preparara así las condiciones para la implantación del socialismo.

Fue precisamente en el siguiente congreso de 1.935 donde la burocracia soviética stalinista hizo cristalizar la idea del “frente único antiimperialista” del proletariado en “acción conjunta con la burguesía nacional contra el imperialismo”, es decir, del Frente Popular o Frente policlasista, que hizo perdurar en los países soberanos económicamente dependientes durante décadas a instancias de sus respectivos partidos comunistas sumisos a la política estratégica contrarrevolucionaria de Moscú:

<En medio de este proceso de desideologización revolucionaria, y en el marco de la onda larga expansiva del capitalismo, desde la segunda post guerra mundial estas medidas del stalinismo al interior del movimiento obrero internacional políticamente organizado, se tradujeron en que las tareas de formación teórica y debate de los problemas políticos del movimiento obrero, fueran asumidas sin resistencia alguna y con la mayor naturalidad, por los aparatos ideológicos de la burguesía internacional. Esto tuvo especial incidencia en los países altamente desarrollados y de desarrollo medio, donde, por exigencia del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en el nuevo marco de la acumulación capitalista expansiva de post guerra, la enseñanza técnica superior —incluidas las técnicas de control social— dejaron de ser algo sólo accesible a una relativa minoría social y las universidades privadas de élites perdieron sentido frente a las universidades públicas de masas. No por menos ponderado, el hecho de eliminar toda disidencia política y discusión teórica al interior de los PC reconvertidos, ha dejado de ser uno de los más valiosos servicios ideológicos y políticos que la burocracia stalinista ofreció en bandeja a la burguesía internacional.>>

Pueden bajar el libro (en word): la decadencia del capitalismo y las tendencias "estancacionistas"

Así fue cómo en las universidades del sistema, el materialismo histórico empezó a ser materia prima para la fabricación de subproductos burgueses eclécticos de aleación variable con el keynesianismo, el neohegelianismo, el freudismo, el neokantismo, el heideggerismo, etc., verdadero meollo de la llamada sociedad "postmoderna". Así, mediante este trabajo de pinza entre el stalinismo y la burguesía internacional, el materialismo histórico acabó por ser debidamente neutralizado como guía para la acción política revolucionaria, gracias a teóricos "neomarxistas" prestigiados por la prensa y la industria editorial del sistema, entre los más destacados Joan Robinson y Erik Hotsbawn, Galvano Della Volpe y Lucio Coletti; Louis Althusser, Etienne Balibar y Nicos Poulantzas; Michael Foucault, Walter Benjamin, Theodor Adorno, Jürgen Haberlas, Erich Fromm y Leo Lowenthal; y los ya mencionados Herbert Marcuse, Max Horkheimer, Friedrich Pollock, Paul Baran, Paul Sweezy, Samir Amín y otro largo etcétera. Últimamente, con mayor asiduidad periodística, destacan Noam Chomsky, James Petras, Sami Nair y Eduard Said. Todos ellos intelectuales "independientes" de "formación universitaria", quien más quien menos copartícipe en la creación de varias escuelas de "pensamiento crítico", como la alemana de Frankfurt, la estructuralista francesa, la de la regulación y la americana de Harvard. Todas ellas financiadas por la burguesía, estas escuelas han venido influyendo decisivamente en casi todos los diversos partidos políticos autoproclamados antisistema en el mundo entero, desde la década de los cuarenta hasta hoy. Sin perjuicio de sus meritorios aportes a la teoría de la dominación burguesa en los terrenos sociológico, psicológico y de la organización del trabajo, la resultante política contrarrevolucionaria de estos esfuerzos del intelecto está hoy a la vista.

Los neomarxistas tienen de común que utilizan la fraseología y las categorías del Materialismo Histórico, para imbuirse de una aureola anti-sistema y, poder así, falsificar sus conceptos practicando un revisionismo pretextando que el capitalismo experimentado por Marx no se corresponde al de nuestros días, como si en esencia el sistema no siguiera siendo el mismo, con las mismas leyes y la misma lógica descrita por Marx, sólo que, como resultado de una acumulación superlativamente mayor, las contradicciones con las fuerzas productivas se han vuelto más agudas y las consecuencias de ello más catastróficas.

Por tanto, para nosotros, lo que caracteriza a esta corriente de pensamiento consiste en la pretensión de lastrar del marxismo su sentido teórico científico orientador de una política genuinamente revolucionaria. Y esta intención del neomarxismo no tiene nada de original, puesto que desde siempre al interior de lo que se entiende como movimiento por el socialismo, han sido legión quienes en nombre de la teoría marxista han pretendido desvirtuarla para desviar la acción de los asalariados del curso revolucionario señalado por ella. Incluso coetáneos a Marx, como Lassalle, pasando por Plejanov, Bernstein, Kautsky, Otto Bauer, Tugan Baranowsky, Rudolf Hilferding, y un largo etc., todos ellos, en un aspecto u otro, intentaron modificar teórica y políticamente el curso revolucionario de los acontecimientos para desviarlos a posiciones críticas pero, a su vez, conciliadoras con el capitalismo. Después, tras la revolución bolchevique —que duró hasta 1.924— y la instauración en la URSS de un sistema stalinista que muy poco tuvo que ver con lo que Marx y Lenin pensaron que debiera de ser el socialismo, se creó una escuela de marxismo con carácter oficial que excomulgó hasta el extremo del asesinato a todo aquel que criticara los designios de la burocracia enquistada en la URSS. Al desaparecer Stalin, surgió una corriente de pensamiento en el mundo capitalista que se oponía al “marxismo oficial” tachándolo de dogmático, rígido e inoperante para explicar los nuevos problemas que surgían en el mundo capitalista, tanto el desarrollado como el subdesarrollado. El problema es que, a la luz del curso que tomaba la gigantesca acumulación de capital en el Mundo a partir de mediados del siglo pasado, en vez de enriquecer el cuerpo teórico del Materialismo Histórico con nuevas aportaciones efectivamente revolucionarias, la nueva escuela de pensamiento, llamada “neomarxismo”, so pretexto de impugnar el stalinismo, volvió a incurrir en las viejas concepciones burguesas postuladas por Bernstein, etc. Y no por erróneos, los análisis de teóricos pequeñoburgueses del estancamiento crónico del capitalismo en la periferia, como Samir Amín, resultan ser políticamente inocuos, sino que, precisamente por eso, no lo son. Ya lo dijo Lenin: “un error milimétrico aparentemente sin importancia en la teoría, se traduce en errores kilométricos en la práctica”.

En tanto que todos los Samir Amín sigan aglutinando en torno suyo a la mayor parte de la vanguardia proletaria amplia que incide directamente sobre las grandes masas asalariadas —a instancias de la izquierda política burguesa que se nutre de semejantes embelecos con lustre de ciencia— este tipo de pensamiento seguirá siendo el principal enemigo a batir, el obstáculo que se interpone entre la necesidad histórica cada vez más acuciante de la acción revolucionaria, y la conciencia de esa necesidad como requisito de la praxis efectivamente transformadora. De ahí la importancia de la lucha teórica contra semejantes supercherías.

jueves, 7 de enero de 2010

Habermas



Jürgen Habermas

(Düsseldorf, Alemania, 1929) Sociólogo y filósofo alemán. Principal representante de la llamada «segunda generación» de la Escuela de Frankfurt, entre 1955 y 1959 trabajó en el conocido Instituto de Investigación Social de la ciudad. Enseñó filosofía en Heidelberg y sociología en Frankfurt, y dirigió el Instituto Max Planck de Starnberg entre 1971 y 1980. Su ingente obra filosófica trata de recuperar un punto de contacto entre teoría y praxis, frente a la pretendida neutralidad de los saberes positivos y científicos. Según Habermas, no es posible una objetividad ajena a valores e intereses, razón por la cual aquellos saberes resultan reductores, en la medida en que se basan en una razón meramente instrumental. Resultado de ello, de acuerdo con su crítica, es la creciente burocratización de la sociedad a todos los niveles y la despolitización de los ciudadanos. Habermas propone una «razón comunicativa», cuyo fundamento sería el carácter intersubjetivo y consensual de todo saber, y que devolvería a la sociedad el control crítico y la orientación consciente de fines y valores respecto de sus propios procesos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Herbert Marcuse


ALGUNOS DATOS SOBRE SU VIDA │

nace en 1898 en Berlín
estudió en Berlín y Friburgo in Brisgovia
recibió el influjo de Husserl y de Heidegger
doctor en 1923
hizo su tesis doctoral sobre la ontología de hegel
por su interés social y sus estudios de Hegel se sintió llamado a profundizar en el marxismo
se fué separaando de Heidegger por razones políticas, pero en el fondo permaneció el"impulso heideggerriano"
se fué acercando poco a poco a las posturas de Adorno y Horkheimer
en 1933 ingresa en el "Instituto para Investigación Social" de Frankfurt, y es considerado como uno de los miembros de la "Escuela de Frankfurt", aunque difiere bastante en sus ideas de los principales artífices de esta escuela, arriba citados.
en 1934, se traslado a Estados Unidos,donde trabajó en diversos centros de investigación social
se hizo muy famoso con motivo de las revueltas estudiantiles de 1968


UNAS VALORACIONES GLOBALES DE SU FIGURA

"Posiblemente Herbert Marcuse es uno de los pensadores actuales que más ha influido sobre la juventud universitaria,lo cual se explica porque en sus obras suele halagar generalmente,no solo las aspiraciones mas nobles,sino tambien los impulsos instintivos que en la juventud con tanta frecuencia se radicalizan.
Discipulo de Heidegger,su marxismo se halla fuertemente influido por Freud,en quien se inspira para establecer su concepto de una sociedad futura donde han sido superadas las necesidades represivas y una de cuyas cualidades distin tivas es la erótica."
Arostegui,Antonio,"iniciación al estudio del pensamiento actual".pag.219
"Se ha destacado, a menudo, que una de las más importantes e influyen tes, contribuciones de Marcuse es el enlace que éste estableció entre el pensamiento de Marx y el de Freud.
Ello se debe principalmente a que Marcuse encontró en algunas de las ideas de Freud los elementos de ls"psicología social" que faltaban a Marx.
En ambos caos se trata de un movimiento de liberación de represio nes" (represiones sociales,según Marx y represiones psicologicas, según Freud) F.MORA,Diccionario de Filosofía.

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PRINCIPALES ESCRITOS DE MARCUSE


Entre sus obras más difundidas cuentan:Razón y revolución(1941), Eros y civilizacion. Una investigacion filosófica sobre Freud (1955),El hombre unidimensional.Estudios sobre la ideologia de la sociedad industrial avanzada(1964) y El final de la utopía(1967).


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SU PUNTO DE PARTIDA


Marcuse se enfrenta con el HECHO de que las masas obreras se han integrado en la sociedad capitalista,donde han obtenido indudables mejoras sin haber alcanzado la liberación.A pesar de ello,Marcuse cree en la liberación futura de la humanidad; pero estima que la función leberadora - revolucionaria - corresponde a la juventud rebelde en general y, en particular, a la juventud universitaria. De este modo,niega al proletariado el protagonismo de la revolu cion.
Este hecho lo lee a través de su reflexión inspirada en HEIDEGGER, MARX Y FREUD.
Es decir, M A R C U S E
HEIDEGGER + MARX (HEGEL) + FREUD
INTEGRACION DE LA CLASE OBRERA EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA


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SU APORTACION CRITICA


Marcuse ha sometido a crítica dos realidades fundamentales:
a) el marxismo soviético
ha errado al pensar que las clases explotadas y oprimidas lu chan por su liberación.
estas clases están incorporadas al sistema y no pueden ser el motor de la revolución
la conciencia revolucionaria puede nacer en grupos minorita rios que no son objetivamente explotados
y que comprenden que "la tolerancia" de que hace gala el capitalismo no es sino una forma de dominar y opri mir.
b) la concepción unidimensional del hombre,prevalente en la "sociedad industrial avanzada"
. se caracteriza por el pensamiento analítico:"vale sólo lo ve rificable".Lo cual es sumamente empobrecedor.
. es engañosa, ya que presenta el rostro de la abundancia ,la libertad y la tolerancia, pero en el fondo oculta la injus ticia,la pobrezae ,el dominio social y el conformismo.(Es de cir, nos hace creer que somos libres y ricos, y en realidad sobreabunda la pobreza y estamos manipulados)


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SU PROPUESTA DE FUTURO


* EL FINAL DE LA UTOPIA ¿dónde nos encontramos?
Teniendo en cuenta la rebeldía de la juventud frente a las instituciones actuales, y el acercamiento que empieza a producirse entre sociedad socialista y capitalista, Marcuse considera que está próximo el "final de la utopía", es decir, el salto cualitativo de la sociedad no-libre a la sociedad libre.
* SU CONCEPTO DE UTOPIA ¿qué se entiende por utopía?
Según Marcuse,"utopía" es un concepto histórico referido a proyectos de transformación social, que se considran irrealizables por dos razones:
1ª porque hay ciertos factores objetivos y subjetivos de determinada situación social que se oponen a la transformación
2ª porque el proyecto de una trasnformación social se halla en contradic ción con determinadas leyes cientificamente comprobadas:biológicas,físicas, etc.
En sentido estricto,Marcuse sólo considera utópico el proyecto que es irrealizable por esta última razón; por eso considera que el marxismo no es una utopía,incluso aunque en los países capitalistas actuales no se haya definido netamente una clase revolucionaria.

* UNA NUEVA SOCIEDAD ¿cómo ha de ser la nueva sociedad?
Esta SOCIEDAd NUEVA, que surgirá con el fin de la utopía, requerirá una nueva antropología considerada no sólo como teoría, sino también como modo de vida.
En el nuevo modo de vida habrán de implicarse la génesis y el desarrollo de las necesidades vitales de libertad, y una nueva moral que ha de ser - a la vez - heredera y negación de la moral judeo - cristiana. El desarrollo de las nuevas necesidades vitales de libertad supone la negación de las actuales necesidades represi vas que,hasta ahora, impidieron el salto a la cualidad de una sociedad libre.
NO SE TRATA DE volver a una sociedad de austeridad, de limpieza moral y de "simplicidad", SINO sencillamente de eliminar el despilfarro y así aumentar la cantidad de bienes que se pueden distribuir con más justicia.
NO SE TRATA tampoco de volver a una sociedad sin tecnología, se trata MAS BIEN de conseguir que la tecnología no se use tan irracionalmente.
Para definir esta sociedad nueva, que nace con "el final de la utopía", Marcuse recurre a las cualidades estético-eróticas. Me diante esta reunión de lo estético y lo erótico quiere proyectar la sociedad futura como una CONVERGENCIA DE TECNICA Y ARTE , TRABAJO Y JUEGO.

* POSIBILIDAD DE ESA TRANSFORMACION ¿es posible una nueva sociedad?
Según Marcuse, en la actual sociedad capitalista se hallan tecnicamente presentes todas las fuerzas materiales e intelectuales necesarias para realizar esa transformación. Lo que sucede es que su actual organización impide la aplicación racional de dichas fuerzas.
Marcuse fundamenta la POSIBILIDAD de este salto en el caracter histórico de las necesidades humanas, incluidas las sexuales. Tales necesidades son historicamente transformables cuando se dan las condiciones historicas requeridas.
En la actual sociedad capitalista esas CONDICIONES son dos:
a) la tecnologización del poder, mediante la cual el trabajo físico es sustituido por el trabajo nervioso mental
b) la consumación de la automatización, que, a juicio de Marcuse, es incompatible con el mantenimiento de capitalismo.
En la coyuntura historica actual, se puede hacer de esas dos condiciones un uso contrario y aún opuesto:
. se puede utilizar para reprimir las necesidades vitales - suprimir el trabajo, gozar -, y en ese caso se convierten en nuevas posibilidades de represión, o
. se pueden utilizar para dar el salto a la nueva sociedad, fomen tando y desarrollando las nuevas necesidades. Estas nuevas necesi dades pueden definirse mediante la negación de las necesidades y los valores que sostienen el actual sistema de dominio: negación de la necesidad de luchar por la vida, negación de la necesidad de ganarse la vida, negación del principio del éxito, negación de la necesidad de una productividad despilfarradora, negación de la necesidad vital de represión hipócrita de los instintos.

¿dónde nacerá la revolución?

La SUBVERSION no puede originarse dentro del sistema actual,no puede hacerse una revolución desde dentro.
Se originará

* o en la CONCIENCIA REVOLUCIONARIA DE MINORIAS, que por eso mismo se colocan fuera de toda posibilidad de asimilación y manipulación por parte del capitalismo (por ejemplo, la juventud universitaria)

* o en las MASAS QUE ESTAN REALMENTE FUERA" de la sociedad (los que no tienen empleo, los que luchan por la liberación nacional y económica en países del Tercer Mundo,etc) y a quienes no les ofrece ningún atractivo ni la abundancia ni la tolerancia represiva,tipicas de las sociedades capitalistas.

¿ llegara esa nueva sociedad?

La unión de estas dos fuerzas tan dispares puede ofrecer la es peranza, aunque por el momento sólo sea ESPERANZA,de una auténtica liberación.
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martes, 5 de enero de 2010

Max Horkheimer


(Stuttgart, 1895 - Nuremberg, 1973) Filósofo y sociólogo alemán. Hijo de un industrial, trabajó durante cierto tiempo en la empresa paterna. Su vocación filosófica tuvo ocasión de manifestarse en un viaje a París, durante el cual leyó las obras de Schopenhauer, y a partir de este pensador llegó hasta Hegel y Marx, a través de un complejo recorrido intelectual que pasó por una profunda reflexión sobre las enseñanzas de Nietzsche y de Freud.
En 1925 estudió Filosofía con Cornelius (del cual fue discípulo) y se graduó con una tesis sobre la Crítica del juicio, de Kant. En 1930 pasó a ser profesor de Filosofía y director del Institut für Sozialforschung de Frankfurt. Bajo su dirección, el Instituto programó una serie de estudios analíticos que tenían por objeto la crítica radical de la sociedad tardocapitalista y del sistema de dominio desarrollado por ella. Éste derivó -a través de una adecuada meditación sobre la obra de Max Weber, de la sociología que nace con él y, al mismo tiempo, de la fenomenología husserliana- hacia un intento de desmitificación de la "ratio" abstracta (apologética respecto al dominio) en la que se basa el cientifismo, al que Horkheimer considera aceptación acústica del status quo. Consiguió poner en cuestión cualquier punto de vista que desembocara en el positivismo, al que Horkheimer opone el compromiso totalizante contenido en la dialéctica hegeliana y marxista (defendida por un autor como Lukács, que tuvo influencia en los pensadores de Frankfurt), hostil a cualquier tipo de fetichismo ante la "daticidad".
Todo este esfuerzo intelectual está destinado a aquella "teoría crítica de la sociedad" que impregna la obra más importante de Horkheimer, la Dialéctica de la Ilustración, escrita en el exilio americano, en colaboración con Theodor Wiesengrund Adorno, con quien tuvo siempre una gran afinidad intelectual y un afecto fraternal que permitió a ambos pensadores realizar un trabajo conjunto. Horkheimer y Adorno, junto con Marcuse y Habermas, fueron los mejores representantes del pensamiento crítico-negativo del siglo XX.
Horkheimer emigró en 1933, y tras una estancia en Ginebra y en París, trasladó su Instituto primero a Nueva York y posteriormente a Los Ángeles. La actividad del grupo que dirigía se concretó en la revista Zeitschrift für Sozialforschung, que a partir de 1932 luchó por una orientación crítico-sociológica con base filosófica. En esta revista publicó, entre 1932 y 1941, algunos de sus mejores ensayos. Un grupo de ellos fue incluido en los dos volúmenes de la Kritische Theorie publicados por su discípulo Alfred Schmidt. Destacan los dedicados a Montaigne, Bergson, Simmel, Dilthey y Haecker.
Un poco antes de esta publicación, en Alemania vio la luz un grueso volumen titulado Kritik der instrumentellen Vernunft, que comprendía, entre otros, Eclipse of Reason, publicado en Estados Unidos en la posguerra. Los trabajos de Horkheimer del período comprendido entre 1926 y 1931 se encuentran reunidos en la recopilación Dämmerung, que apareció publicada en 1934 bajo el pseudónimo de Heinrich Regius.
El planteamiento crítico del pensamiento de Horkheimer se ve reforzado en el transcurso de los años treinta, por el trabajo en común realizado en el marco del Instituto, por un grupo de intelectuales entre los que cabe mencionar a Fromm, Leo Lowenthal, Herbert Marcuse, Karl August Wittfogel, Sternheim, Rumnay y Luini, quienes bajo la dirección de Horkheimer estudiaron la familia europea, dando vida a los trabajos Studien über Autorität und Familie. En Estados Unidos, Horkheimer también fue el promotor de una serie de investigaciones llevadas a cabo por un grupo de estudiosos, que se concretaron en 1950 en los cinco importantes volúmenes Studies in Prejudice, magistral ilustración sobre las diferentes formas de mentalidad autoritaria y de comportamiento represivo, estimulada por la trágica experiencia del fascismo.
En 1950 Horkheimer volvió a su país, y reabrió en Frankfurt el Instituto de Investigaciones Sociales; durante la posguerra desempeñó una función de crítica a la restauración capitalista que tenía lugar en aquel momento en la República Federal Alemana. En 1951 y 1952 fue rector de la Universidad Johann Wolfgang Goethe. Desde 1954 hasta 1959 alternó su actividad didáctica en Frankfurt con la que desarrolló también en la Universidad de Chicago. En 1955 fue galardonado con el Premio Goethe, y en 1960 fue nombrado ciudadano de honor de la ciudad de Frankfurt.
En sus últimos años redujo su actividad pública, dejando a Adorno (que lo mantuvo hasta su muerte, en 1969) la tarea de dirigir el Instituto, aunque siguió al frente del mismo a título meramente honorífico. En el mismo año se retiró a Lugano. Desde el fallecimiento de su esposa, Horkheimer se encerró en una dolorosa soledad. Sus raras intervenciones públicas dieron testimonio de una evolución conservadora en la última fase de su vida.

lunes, 4 de enero de 2010

Erich Fromm


Erich Fromm (n. 23 de marzo de 1900 en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania - 18 de marzo de 1980 en Muralto, Cantón del Tesino, Suiza) fue un destacado psicólogo social, psicoanalista, filósofo y humanista alemán.
Miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Frankfurt, participó activamente en la primera fase de las investigaciones interdisciplinarias de la Escuela de Frankfurt, hasta que a fines de los años 40 rompió con ellos debido a su heterodoxa interpretación de la teoría freudiana (intentó sintetizar en una sola disciplina el Psicoanálisis y los postulados del Marxismo). Fue uno de los principales renovadores de la teoría y práctica psicoanalítica a mediados del siglo XX.
Biografía
Fromm, natural de Frankfurt, comenzó estudios de derecho, pero se desplazó a la Universidad de Heidelberg en 1919 para estudiar sociología bajo la dirección de Alfred Weber; durante sus estudios conoció a la psicoanalista Frieda Fromm-Reichmann, judía ortodoxa como él, con quien se casó en 1926. Tras su matrimonio comenzó el estudio de la doctrina freudiana, y en 1929 comenzó su carrera como psicoanalista en Berlín, abandonando el judaísmo casi por entero y estudiando las teorías de Marx. En 1931 se divorció de Reichmann, con quien mantuvo una estrecha amistad de por vida.
En 1930 fue invitado por Max Horkheimer a dirigir el Departamento de Psicología del recientemente creado Institut für Sozialforschung. El 25 de mayo de 1934, tras la toma del poder por el partido Nazi, emigró junto con otros miembros del instituto a los Estados Unidos. Las divergencias intelectuales con otros miembros del Institut, especialmente Herbert Marcuse y Theodor Adorno, llevaron a su desvinculación del mismo en 1939.
Durante los años '40 Fromm desarrolló una importante labor editorial, publicando varios libros luego considerados clásicos sobre las tendencias autoritarias de la sociedad contemporánea y desviándose marcadamente de la teoría original freudiana. En 1943 fue uno de los miembros fundadores de la filial neoyorquina de la Washington School of Psychiatry, tras lo cual colaboró con el William Alanson White Institute of Psychiatry, Psychoanalysis, and Psychology. En 1944 se casó en segundas nupcias con una inmigrante judeoalemana, Henny Gurland; hacia 1950 se mudaron a México, donde Gurland fallecería dos años más tarde. Fromm enseñó en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fundó la Sección Psicoanalítica de la escuela de medicina.
En 1953 volvió a contraer matrimonio. Desde mediados de la década estuvo fuertemente involucrado con los movimientos pacifistas norteamericanos, y fue un destacado oponente de la guerra de Vietnam. Se alejó de todo apoyo al socialismo de Estado, sobre todo del modelo totalitario soviético, y criticó la sociedad de consumo capitalista, esto y sus perspectivas sobre la libertad personal y el desarrollo de una cultura libre lo acercó notablemente a la línea anarquista, cuestión que se hace evidente al comparar las temáticas de sus libros con las de los autores clásicos del anarquismo. De sí mismo se decía partidario de un socialismo humanista y democrático.
Entre 1957 y 1961 Fromm compaginó su actividad en la UNAM con una cátedra en la Michigan State University. En 1965 se retiró; tras unos años de viaje, en 1974 se instaló en Muralto, en Suiza. Murió en su hogar cinco días antes de su octogésimo cumpleaños.
La condición humana actual
Fromm afirma en su obra "El Corazón del Hombre", que el hombre actual se caracteriza por su pasividad y se identifica con los valores del mercado porque el hombre se ha transformado a sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe ser invertido provechosamente. El hombre se ha convertido en un consumidor eterno y el mundo para él no es más que un objeto para calmar su apetito.
Según el autor, en la sociedad actual el éxito y el fracaso se basa en el saber invertir la vida. El valor humano, se ha limitado a lo material, en el precio que pueda obtener por sus servicios y no en lo espiritual (cualidades de amor, ni su razón, ni su capacidad artística). La autoestima en el hombre depende de factores externos y de sentirse triunfador con respecto al juicio de los demás. De ahí que vive pendiente de los otros, y que su seguridad reside en la conformidad; en no apartarse del rebaño. El hombre debe estar de acuerdo con la sociedad, ir por el mismo camino y no apartarse de la opinión o de lo establecido por ésta.
La sociedad de consumo para funcionar bien necesita una clase de hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más, cuyos gustos estén estandarizados y que puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Este tipo de sociedad necesita hombres que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que no obstante estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social. Los hombres actuales son guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin ninguna meta, salvo la de continuar en movimiento, de avanzar. Esta clase de hombre es el autómata, persona que se deja dirigir por otra.
El humano, debe trabajar para satisfacer sus deseos, los cuales son constantemente estimulados y dirigidos por la maquinaria económica. El sujeto automatizado se enfrenta a una situación peligrosa, ya que su razón se deteriora y decrece su inteligencia, adquiriendo la fuerza material más poderosa sin la sabiduría para emplearla.
El peligro que el autor ve en el futuro del humano es que éstos se conviertan en robots. Verdad es que los robots no se rebelan. Pero dada la naturaleza del humano, los robots no pueden vivir y mantenerse cuerdos. Entonces buscarán destruir el mundo y destruirse a sí mismos, pues ya no serán capaces de soportar el tedio de una vida falta de sentido y carente por completo de objetivos.
Para superar ese peligro el autor dice que se debe vencer la enajenación, debe vencer las actitudes pasivas y orientadas mercantilmente que ahora lo dominan y elegir en cambio una senda madura y productiva. Debe volver a adquirir el sentimiento de ser él mismo y retomar el valor de su vida interior.
Pensamiento
Dos libros son particularmente importantes para conocer el pensamiento del sabio alemán, el primero es El miedo a la libertad y el segundo es El corazón del hombre, en ellos se manifiesta inconforme con su pertenencia a una “escuela” nueva de psicoanálisis, para concluir diciendo que él propone una estructura filosófica de referencia diferente, la del Humanismo dialéctico. A pesar de esto, se considera que los libros "El Miedo a la libertad", "Etica y Psicoanalisis" y "Psicoanalisis de la sociedad contemporánea" presentan también una continuidad en lo que atañe al pensamiento psicológico de Erich Fromm, además de que en la obra "Psicoanálisis de la sociedad contemporanea" funda lo que él llama el psicoanalisis humanista, mientras que en "Etica y Psicoanálisis" sustituye el sistema Freudiano de desarrollo de la libido por uno que se basa en los procesos de asimilación y socialización del individuo. ÉL mismo menciona al principio de "Etica y Psicoanálisis" que es menester leer ese libro junto con "Miedo a la libertad" para comprender completamente su caracterología.
Fromm dice en el prefacio de El Corazón del hombre que El miedo a la libertad fue el fruto de su experiencia clínica y de la especulación teórica para comprender tanto a la libertad, como a la agresión y al instinto destructor. El pensador distingue entre la agresión al servicio de la vida, biofilia, y la necrofilia o agresión al servicio de la muerte.
En un libro previo, El arte de amar, Fromm analizó la capacidad de amar y por el contrario El corazón del hombre tiene como eje la enunciación y caracterización de dos síndromes, el de crecimiento (amor a la vida, a la independencia y la superación del narcisismo) y el de decadencia (amor a la muerte, a la simbiosis incestuosa y al narcisismo maligno)
Para Fromm que vivió en plena Guerra Fría, ésta es el reflejo del Síndrome de Decadencia, pues a pesar del enorme riesgo de muerte, prevalece el odio inspirado en un narcisismo maligno, suicida, se impone entre los gobiernos de las superpotencias.
A Fromm le interesa la visión de Hobbes en el sentido de que el hombre es lobo del hombre, pero al mismo tiempo, destaca la inclinación humana al autosacrificio. Se pregunta respecto de esta condición dual si es el hombre lobo o cordero de sí mismo. En busca de una respuesta recurre al Nuevo Testamento para concluir finalmente que este libro refleja tanto una condición como la otra, luego concluye que el hombre es a la par lobo y cordero.
Sin embargo, no todos los hombres han desarrollado de la misma manera ambas condiciones, pues en la inmensa mayoría predomina el cordero, en tanto una minoría es dominada por la condición de lobo, pero esta minoría ha sabido exaltar la condición de lobo que existe en la inmensa mayoría, y cito:
Pero si la mayor parte de los hombre fueron corderos ¿Por qué la vida del hombre es tan diferente de la del cordero? Su historia se escribió con sangre; es una historia de violencia constante, en la que la fuerza se usó casi invariablemente para doblegar su voluntad. ¿Exterminó Talaat Pachá por si solo millones de armenios? ¿Exterminó Hitler por si solo a millones de judíos? ¿Exterminó Stalin por si solo a millones de enemigos políticos? Esos hombres no estaban solos, contaban con miles de hombres que mataban por ellos y que lo hacían no solo voluntariamente, sino con placer.
Fromm concluye que “El hombre ordinario con poder extraordinario es el principal peligro para la humanidad y no el malvado o el sádico” lo cual se puede concretizar cuando se combinan en él las tres orientaciones que forman el Síndrome de decadencia y que “mueve al hombre a destruir por el gusto a la destrucción y a odiar por el gusto de odiar” .
En contraposición describe el Síndrome de crecimiento “el amor a la vida (en cuanto opuesto al amor a la muerte) el amor al hombre (opuesto al narcisismo) y el amor a la independencia (opuesto a la fijación simbiótico-incestuosa).
Desde luego que una mentalidad tan rica y creativa como la de Erich Fromm que vivió intensamente su tiempo, que abrazó a un marxismo alejado del totalitarismo imperante y que rechazó a un capitalismo feroz, que además fue un educador, un literato de gran atractivo pues sus libros son de fácil lectura y que combinaba tanto su experiencia clínica con su meditación filosófica, produjo un rico pensamiento dotado de muchas aristas expuestas a lo largo de más de veinte libros que es imposible encasillar en un capítulo como el de este artículo, sin embargo, el barrunto anterior es el centro que permanece reiterado tanto en sus libros previsores de la sociedad como en el juicio a los grandes personajes de nuestra historia.
Son de importancia trascendental sus estudios acerca de la relación que existe entre los sistemas políticos totalitarios y las religiones monoteístas. Según Fromm las religiones monoteístas educan a los individuos en la obediencia ciega a una autoridad superior, que pone las normas por encima de cualquier razón o discusión. Así el hombre queda reducido a un mero servidor de un Dios Todopoderoso. Esta mentalidad masoquista, adquirida desde la infancia, sería la base psicológica que ha hecho que muchos hombres sigan ciegamente a dictadores como Hitler. Es de destacar la similitud que tienen estas ideas de Fromm con las de otro gran pensador: Joseph Campbell. Poco antes de morir Fromm publicó un libro que supuso un paso adelante en su pensamiento: “Anatomía de la destructividad humana”. En este escrito planteó la idea de que el hombre se decanta en su vida entre dos fuerzas: la biofilia y la necrofilia. La primera es la fuerza que impulsa al ser humano a amar la vida y a crear. La segunda es el reverso tenebroso de esta fuerza. La necrofilia surge cuando el hombre se decanta por el egoísmo, y conlleva la soberbia, la codicia, la violencia, el ansia de destruir y el odio a la vida. Es de destacar el magnífico estudio que Fromm hizo, en este libro, de la personalidad de Hitler basándose en esta teoría de la biofilia-necrofilia.
Obra
Erich Fromm: una escuela de vida
Las cadenas de la ilusión: una autobiografía intelectual
¿Podrá sobrevivir el hombre?
Del tener al ser
El amor a la vida
El arte de amar
La vida auténtica
El arte de escuchar
El dogma de cristo
El humanismo como utopía real
El miedo a la libertad
Espíritu y sociedad
Ética y política
La atracción de la vida
La condición humana actual
La crisis del psicoanálisis
La patología de la normalidad
Lo inconsciente social
Sobre la desobediencia
Y seréis como dioses
Anatomía de la destructividad humana
El corazón del hombre: su potencia para el bien y para el mal
Ética y psicoanálisis
Grandeza y limitaciones del pensamiento de Freud
La misión de Sigmund Freud: su personalidad e influencia
La revolución de la esperanza: hacia una tecnología humanizada
La sociedad industrial contemporanea
Marx y su concepto del hombre
Psicoanálisis de la sociedad contemporánea: hacia una sociedad sana
Sociopsicoanálisis del campesino mexicano: estudio de la economía y la psicología de una comunidad rural
El lenguaje olvidado
Psicoanálisis y Religión